MFFJ: UN ARCHIVO Y DOS EXPOSICIONES (MARIANA MATTHEWS Y FRANCISCO JOORIS)
Ignacio Szmulewicz R.
Galería Réplica, 2021
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La fotografía
Mariana toma del brazo a Francisco y sonríe. Guillermo esconde su mano derecha en el bolsillo de su chaqueta y mira serio. Carlos se apoya en Francisco, que posa con los brazos cruzados. Carlos, Francisco y Mariana miran fijo a la cámara. Guillermo pierde su vista fuera del encuadre. Porta una chaqueta ligera y pantalones de tela. Mariana un sweater. Carlos y Francisco van idénticos: jeans y camisa. Los cuatro forman una unidad. Están retratados cuerpo entero en un fondo de tupido bosque con hortensias. Es un verano a inicios de los 80 y están felices.
La descripción se refiere a la fotografía central del afiche para la muestra realizada por Mariana Matthews (1946-), Guillermo Franco (1928-2007), Carlos Fischer (1959-2021) y Francisco Jooris (1956-) en el año 1982. Este será el puntapié inicial para la presencia constante de la fotografía en el imaginario del sur, sea a nivel de práctica, investigación, restauración o formación. En cada uno se observa una búsqueda personal, pero sobre todo comunitaria, por establecer genealogías desde lo local como a su vez lenguajes autónomos. La fotografía como expresión, registro, huella, fibra y superficie sensible que contiene el presente.


Observo otros registros de la época. En uno de 1981 se puede ver a un grupo de estudiantes del desaparecido Instituto de Artes Plásticas que realizan dibujos al plen air a un costado de la feria fluvial. La toma los capta con total naturalidad situando al centro a Guillermo Franco en actitud de enseñanza con un joven Francisco Jooris a su costado derecho. Un plano cerrado de 1983 muestra a Carlos Fischer que recibe efusivamente de la mano de la Reina de los Ríos, Tatiana Alveal, el primer premio del tercer salón nacional de fotografía. En otra de 1985 se distinguen tres personas, un niño, un adulto y un anciano, que observan fijamente las tomas de Guillermo Franco colgadas en el hall Municipal: una casa de tejuela con un techo de dos aguas frente a un paisaje nublado; unos botes en un entorno fluvial. ¿Qué historia cuentan las fotografías del pasado a la mirada del presente?


La palabra
Es el otoño de 2006 y estoy en el taller de Guillermo Franco. Es una casa azul de dos pisos al costado del río, bajando perpendicularmente por el torreón de los Canelos. La estufa está encendida y exuda un aire a madera quemada mientras el maestro conduce sus manos sobre un trozo de arcilla de donde emerge una figura femenina. Gira y gira la pieza concentradamente mientras lo inundo de preguntas. Quiero saber; quiero entender, y escucho una voz que transmite los recuerdos almacenados con fragilidad en los estantes de la memoria.
Guillermo muere al año siguiente en pleno invierno. Dentro de sus posesiones se encuentran dos cajas de diapositivas fechadas en 1974 y 1976. En la primera se sigue un viaje por el norte Grande y la Patagonia, los dos extremos del país. La Basílica del Corazón de María y el muelle de Antofagasta; el monumento al ovejero en Punta Arenas; el cruce a Porvenir; un asado de cordero; extensiones de estepa y la infinita vista del Estrecho de Magallanes. En la otra caja se organizan medio centenar de instantáneas de la historia del arte europeo: castillos, catedrales, acueductos, monumentos, esculturas, retablos y pinturas de la tradición occidental. Sólo dos pertenecen a este lado del Atlántico: una vista de la Iglesia San Francisco en Santiago y una de la ruina andina de Machu Pichu. Las diapositivas están gastadas, corroídas por los hongos, la humedad y el paso del tiempo, pero lucen certeras respecto de su finalidad. Ser ejemplos tutelares para la enseñanza de la historia canónica del arte, cátedra que condujo en diferentes ocasiones en sus cincuenta años en la ciudad.


Es el segundo año de la refundación de la Escuela de Artes Visuales. Me reúno periódicamente con mis amigos que están estudiando arte y los escucho hablar de su experiencia universitaria. Se abre un vacío, un espacio plagado de preguntas respecto de lo que sucedió en las décadas pasadas. Empiezo a rastrear a los artistas que habían sido parte de un proyecto truncado de escuela tres décadas antes. Emergen por todos lados palabras épicas: historias que deben ser registradas y registros que deben ser conservados. Jorge Torres escribiendo sobre las fotografías de Francisco Jooris en 1982 en el periódico 24 Horas. Mario Utreras, pintor y entonces académico de la Austral, publica unas palabras en el Diario Austral de Valdivia sobre la muestra de Carlos Fischer de 1986. Maurice van de Maele, antiguo decano de la desaparecida Facultad de Bellas Artes, publica unas notas sobre el primer álbum de Mariana Matthews editado por Kultrún a fines de 1985. ¿Qué quieren transmitir las palabras conservadas en deslavadas páginas de medios de prensa?

El archivo
En mi escritorio guardo un disco duro externo con todos mis archivos. Bajo el rótulo de “Arte visual valdiviano” se organizan miles de bits del proyecto de investigación homónimo. Son 30 gigas de información digital. Están ordenados de la siguiente manera: Artistas / Críticadearte / diarios / DocumentosProyecto / Entrevistas / Eventos / Literatura / Prensa / Revistasliterarias / Tesis. Se pueden encontrar inventarios, biografías, recortes de prensa, fichas, datos de contacto, apuntes, borradores de textos, citas, listas de compra, boletas, maquetas de afiches y vistas de futuras curatorías.
La Galería Réplica le propone a Mariana Matthews y Francisco Jooris que realicen una muestra virtual con fotografías de libre elección. Libre en el sentido que me pide que medie entre los artistas y el público, es decir, que cure algo. Voy a ver a Mariana a su casa y conversamos. Organizamos un zoom con Francisco y se explaya. Medito sobre la pertinencia de hacer algo en este momento, mientras el Museo de Arte Contemporáneo de la Austral se está remodelando; mientras se va Germán Arestizábal, Hernán Miranda, Raúl Torres y Carlos Fischer; mientras sigue un toque de queda; mientras la pandemia continua y la Convención avanza.
Los documentos de la época visten el aura del secreto. El conocimiento de sus protagonistas, la reconstrucción histórica, el acceso a las piezas que el tiempo ha querido preservar, la lectura de fuentes y teorías, en definitiva, el pesado armatoste intelectual no es capaz de contener la fuerza radioactiva que lo atraviesa todo, que se entierra profundamente en la retina y que obliga al juego oblicuo, zigzagueante si se quiere, de la interpretación de las imágenes. ¿Qué hace un archivo? ¿Qué efectos tiene sobre la memoria? Las imágenes claman desesperadamente por un espectador. Por un otro que con curiosidad, amor, ternura y empatía, les sople un hálito de calor que las devuelva al cauce de la vida. Algo necesario e imprescindible en estos días. Quiero creer que es posible que las imágenes vuelvan a hablar, que su vida interrumpida relampaguee súbitamente cual rayo en medio de la tormenta más terrible.

Entrevista a Guillermo Franco (2006)
Columna de Mario Utreras «Fotografías de Carlos Fischer» en Diario Austral de Valdivia (1986)